19 de marzo de 2013

SÉ DE QUIÉN ME HE FIADO


Celebramos hoy el DIA DEL SEMINARIO. 
En  nuestra oración vamos a reflexionar sobre esta vocación en la Iglesia, a la vez que pedimos a nuestro Dios llame a jóvenes de entre nosotros que se comprometan a responderle afirmativamente.
Empezamos leyendo unas palabras de Jesús recogidas en el evangelio de San Lucas:    
Y Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador  de hombres”. Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.  Palabra de Dios.
Tiempo de silencio.

Solista: — Sígueme.
Todos: — Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu  vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu Palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.
Solista: — Tú me perteneces. Tú estás bajo la protección de mis manos.  Tú estás bajo la protección de mi corazón. Tú quedas custodiado en  el hueco de mis manos y precisamente así te encuentras dentro de la inmensidad de mi amor. Permanece en el hueco de mis manos y dame las tuyas.
Todos: — Señor, ayúdame siempre a conocerte mejor. Ayúdame a  estar cada vez más unido a tu voluntad. Ayúdame a vivir mi vida, no para mí mismo, sino junto a Ti para los otros. Ayúdame a ser cada vez  más tu amigo.
Solista: — No temas. Yo estoy contigo. No te abandono. 


Testimonio de la madre de un sacerdote
«Cuando mi hijo quiso ser sacerdote yo luché desesperadamente  contra él. Lo quería demasiado. Esperaba mucho de él. Quería que fuese feliz. Su padre y yo soñábamos con un futuro brillante para él, con una  buena carrera, con un buen empleo, con una buena posición social, con una buena esposa... Por más que lo intentamos no conseguimos nada. Fue mucho más fuerte que nosotros. Hoy soy la madre de un sacerdote. De un humilde y sencillo servidor. Pero me siento feliz y orgullosa al verlo repartir a manos llenas palabra 
y pan, ternura y perdón. ¡Cuánto le agradezco al Señor que fuera más fuerte que nosotros!».
Terminamos rezando juntos:

Pai, fai que xurdan entre os cristiáns numerosas e santas 
vocacións ó sacerdocio, que manteñan viva a fe e 
conserven a grata memoria do teu Fillo Xesús mediante 
a predicación da súa Palabra e a administración dos 
sacramentos, cos que renovas continuamente ós teus fieis.
Danos santos ministros do altar, que sexan solícitos e 
fervorosos custodios da Eucaristía, sacramento do don 
supremo de Cristo para a redención do mundo.
Chama a ministros da túa misericordia que, mediante o 
sacramento da Reconciliación, derramen o gozo do teu 
perdón.
Pai, fai que a Igrexa acolla con ledicia as numerosas 
inspiracións do Espírito do teu Fillo e, dócil ás súas 
ensinanzas, fomente vocacións ó ministerio sacerdotal e 
á vida consagrada.
Fortalece ós bispos, sacerdotes, diáconos, ós consagrados 
e a tódolos bautizados en Cristo para que cumpran 
fielmente a súa misión ó servizo do Evanxeo.
Pedímoscho por Cristo, noso Señor. Amén.
María, Raíña dos Apóstolos, roga por nós.