22 de abril de 2016

CONFÍO EN TI

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Llegamos al final de nuestra semana, en la que dedicamos al tema de la vocación. Hemos  reflexionado para que Dios nos ayude a dar pasos en nuestro modo de amarle a Él y también a aquellos que nos rodean, con los que caminamos todos los días.
Cuando nos sentimos amados, somos capaces de respirar de un modo diferente. Incluso lo que parecía insuperable se supera, ¡y todo empieza a funcionar! Las dificultades nos parecen menos insalvables, las propias debilidades se empiezan a convertir en fortalezas y las inseguridades en certezas: somos amados y somos llamados a amar.
Reflexionamos hoy sobre distintas percepciones de la llamada de Dios en la Biblia:
      - Certeza del profeta Isaías: El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha elegido…”  nos dice en Is 61,1
       - El descubrimiento de Jeremías: "Antes de formarte ya te conocía" (Jer 1,15) ."Tu palabra era para mí gozo y alegría" (Jer 15,10) y "Me has seducido y me he dejado seducir por ti" (Jer 20,1)
        - El mandato de Dios a Ezquiel:  "Ve y comunica al pueblo de Israel" (Ez 3,1)
         - La promesa que recibe de parte de Dios Josué: "Estaré contigo como estuve con Moisés" (Jos 1,1)
         - Jesús dice a sus discípulos "Os haré pescadores de hombres" (Mt 4, 18) y "Yo os elegí y os destiné a que deis fruto" (Mt 4, 18)

¿Alguna de las frases anteriores te llama especialmente la atención?. 
¿Alguna de ellas te la dirige hoy a ti Dios?
                                        (silencio reflexivo para releer el texto)
Recitamos juntos:
Señor, te rogamos por nuestros hermanos y hermanas
que han respondido sí a tu llamada,
al sacerdocio, a la vida consagrada y a la misión.
Haz que sus existencias se renueven de día en día,
y se hagan evangelios vivientes.
¡Señor misericordioso y santo,
sigue enviando nuevos operarios a la mies de tu Reino!

Ayuda a los que has llamado a seguirte en este tiempo nuestro;
haz que, contemplando tu rostro, respondan con alegría
a la maravillosa misión que les has confiado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
                                         (Benedicto XVI)