13 de diciembre de 2018

SANTA LUCÍA



Recordamos hoy a una mujer que nació en Siracusa, Italia, a fines del siglo III. Hija de padres nobles, fue educada en la fe cristiana. Perdió a su padre durante la infancia y se consagró a Dios siendo aún muy joven. Sin embargo, mantuvo en secreto su voto de virginidad, de suerte que su madre Eutiquia la exhortó a contraer matrimonio con un joven pagano. 


Habiendo enfermado su madre, Lucía le dijo: «vamos en peregrinación a la tumba de Santa Águeda, y si la santa le obtiene la curación, me concederá el permiso para no casarme». La madre aceptó la propuesta; fueron a la tumba de la santa y la curación se produjo instantáneamente. Desde ese día Lucía obtuvo el permiso de no casarse y dijo a su madre que deseaba consagrarse a Dios y repartir su fortuna entre los pobres.

El pretendiente de Lucía se indignó profundamente y delató a la joven como cristiana ante el pro-consul Pascasio. La persecución de Diocleciano estaba entonces en todo su furor. Lucía fue llamada a juicio. El juez se dedicó a hacerle indagatorias y trataba de convencerla para que dejara de ser cristiana. Ella le respondió: «Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo». El juez le preguntó: «Y si la sometemos a torturas, ¿será capaz de resistir?» Ella respondió: «Sí, porque los que creemos en Cristo y tratamos de llevar una vida pura tenemos al Espíritu Santo que vive en nosotros y nos da fuerza, inteligencia y valor».  La atormentaron, y de un golpe de espada le cortaron la cabeza. Esto aconteció el 13 de diciembre del año 304. 

Mientras la atormentaban, la santa animaba a los presentes a permanecer fieles a la religión de Jesucristo hasta la muerte. Antes del golpe fatal le arrancaron los ojos, por eso es invocada como patrona de los ciegos y la pintan con una bandeja llevando dos ojos.

Recitamos juntos:
Santa Lucía Virgen y Mártir: ¡que ciegos estamos! Llenos de confianza a ti acudimos pidiéndote la gracia de que nuestra vista se mantenga sana y le demos el uso para el bien; que todo lo que nuestros ojos vean se convierta en saludable y valioso motivo de amar cada día más a Dios a quien esperamos ver y amar en la patria celestial. Te pedimos también que nos enseñes a repetir en cada momento aquella valiente respuesta que convertiste en lema de tu vida: «Es inútil que insista. Jamás podrá apartarme del amor de mi Señor Jesucristo».
Pedimos al Jesús, nos aumente el acercarnos a él y le descubramos en el misterio que vamos a celebrar muy pronto, su nacimiento: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre ...
Gloria al Padre, al Hijo ...