Lector
Estamos acabando la primera semana de Adviento, tiempo de preparación y de espera. El Señor viene. No es mera visita, para luego marcharse o desaparecer. No viene para unas simples fiestas, ni para llenarnos de sentimientos para con el “niño Jesús”, ni para animarnos a consumir y repartir unos regalos. Viene a buscarnos y a quedarse con nosotros. Viene a enseñarnos a dar de lo poco que tenemos para ayudar al que tiene menos.
Nosotros, hacemos una pausa en medio de tantas ocupaciones y tantas prisas, para poner a punto la esperanza. Que el Señor nos despierte y nos anime. Que el desencanto y la rutina no nos posean. Nos ponemos delante de Dios. Nos ponemos en sus manos. Le dejamos sitio en nuestro corazón, en nuestra vida.
Decimos juntos:
Quitemos de nuestras vidas la rutina, que la tristeza no nos invada.
Abramos, que entre la luz en nuestras vidas y se limpien del mal las miradas.
Gritemos: El Dios del amor y la ternura pasará por la puerta de tu casa. Vigila, estate atento, pues seguro, te pide que le dejes visitarla.
Y las viejas rutinas que nos duermen, quedarán para siempre trasnochadas, porque siempre su luz y su presencia nos regalan la vida renovada.
El Señor está cerca, ¿No lo sientes?, él pasa a nuestro lado y nos levanta.
¡Es Adviento! Que es tiempo inundado por la gracia. Isaías, María y el Bautista con su cálida voz nos acompañan. A los desencantados y aturdidos, a los que nada ven, ni esperan nada, a los que la injusticia ha empobrecido, ¡que alumbre con más fuerza la esperanza!
Recemos hoy a Dios por los desesperados a causa de las consecuencias que estamos pasando por esta pandemia.
tiempo de silencio y reflexión
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo ...