16 de marzo de 2020

DIOS TE ESPERA EN ...

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Leemos unos versos del evangelio de la liturgia de ayer, tercer domingo de cuaresma.
 Jesús, cansado del camino,
estaba allí sentado junto al manantial. Era alrededor del mediodía. Llega una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dice:
-«Dame de beber.»

-«¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana? »

Jesús le contestó:
-«Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva.»
La mujer le dice:
-«Señor, si no tienes cubo, y el pozo es hondo, ¿de dónde sacas el agua viva?.

Haz una respiración profunda antes de continuar...
Tal vez te sientas cansado o cansada, con desánimo, ... para empezar una nueva forma de vida. Nos han precedido unos días de mentalización para acomodar nuestras rutinas a una nueva forma de cumplir con nuestros deberes de estudiantes. 
La Palabra de Dios que acabamos de leer nos invita a sentarnos junto al manantial, Jesús  -nuestro Dios- y tomarnos un tiempo para encontrarnos con quien nos puede ayudar a llevar esta situación que nos ha tocado y sin esperarla. De la misma manera que la samaritana no podía imaginar lo que cambiaría en ella el encuentro con el que le ofrece su agua. Hoy quiere ofrecértela a ti, a mi ... a cada uno según su realidad personal.
  Os invito a unos momentos de silencio para este encuentro con el "agua que da la vida.

María, nuestra Madre del cielo, nos acompaña en nuestro camino, a ella me dirijo, en este momento histórico en el que estamos sufriendo una pandemia:

Nos confiamos a ti, Salud de los enfermos, que bajo la cruz estuviste asociada al dolor de Jesús, manteniendo firme tu fe.

Tú, sabes de qué tenemos necesidad y estamos seguros que nos proveerás, para que, nos pueda volver la alegría y la fiesta después de este momento de prueba.

Ayúdanos, Madre del Divino Amor, a conformarnos a la voluntad del Padre y a hacer lo que nos dirá Jesús, quien ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos y ha cargado nuestros dolores para conducirnos, a través de la cruz, a la alegría de la resurrección.

 “A tu amparo y protección, Madre de Dios acudimos.
 No desprecies nuestros ruegos y de todos los peligros, 
Virgen gloriosa y bendita, 
defiende siempre a tus hijos”