“En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder”. ¿Por qué yo descarto esa invitación?.
Cuántas veces nos dicen los misioneros y misioneras esto mismo: su vocación misionera los ha llevado a hacer causa común con un pueblo, y en muchas ocasiones los ha llevado también hasta las últimas consecuencias. Sentirnos y ser hermanos allí donde estemos.
“Aquí estoy, envíame”, este texto recoge la experiencia de toda una vida y presenta el retrato completo de la misión de una persona:
Una experiencia fuertemente sentida de la grandeza de Dios y, a la vez, de su cercanía.
Una interpelación personal, que le viene de fuera de él mismo y que solicita su disponibilidad para una misión.
La confirmación y garantía de que no va a estar solo, porque Dios estará con él.
Este lema, "Aquí estoy, envíame" nos pide “nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor”, y nos anima diciendo: “salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo”.
Necesitamos ser testigos que hagan visible, y por eso, creíble, al Dios de Jesús. Acoger la luz que su vida nos ofrece y dejar crecer en nosotros el deseo de cultivar las actitudes que este tiempo de tormenta reclama, para vivirlas al estilo de Jesús.