14 de octubre de 2020

NECESITAMOS TESTIGOS QUE HAGAN VISIBLE AL DIOS DE JESÚS

Nos preparamos para la Jornada del Domund que se celebrará el próximo domingo. Para esta Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, el papa Francisco nos recuerda que el camino misionero de toda la Iglesia continúa.
Nuestra edad nos empuja a ser novedosos, creativos, impulsores y motivadores. 

“En este contexto, la llamada a la misión, la invitación a salir de nosotros mismos por amor de Dios y del prójimo se presenta como una oportunidad para compartir, servir e interceder”.  ¿Por qué yo descarto esa invitación?.

Cuántas veces nos dicen los misioneros y misioneras esto mismo: su vocación misionera los ha llevado a hacer causa común con un pueblo, y en muchas ocasiones los ha llevado también hasta las últimas consecuencias. Sentirnos y ser hermanos allí donde estemos.

“Aquí estoy, envíame”, este texto recoge la experiencia de toda una vida y presenta el retrato completo de la misión de una persona:

Una experiencia fuertemente sentida de la grandeza de Dios y, a la vez, de su cercanía. 

Una interpelación personal, que le viene de fuera de él mismo y que solicita su disponibilidad para una misión. 

La confirmación y garantía de que no va a estar solo, porque Dios estará con él.

Este lema, "Aquí estoy, envíame" nos pide “nuestra disponibilidad personal para ser enviados, porque Él es Amor”, y nos anima diciendo: “salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo”. 

Necesitamos ser testigos que hagan visible, y por eso, creíble, al Dios de Jesús. Acoger la luz que su vida nos ofrece y dejar crecer en nosotros el deseo de cultivar las actitudes que este tiempo de tormenta reclama, para vivirlas al estilo de Jesús.


A lo largo de la semana tengamos un recuerdo para tantos hombres y mujeres que se sienten llamados a hacer visible al Dios de Jesús.
Recitamos juntos la oración, pidiendo a Dios por todos ellos.
Señor, me da miedo lo desconocido,
me veo insignificante y débil,
pero me fío de Ti, que me amas
y has querido contar conmigo
para llegar al corazón de otros.

Aquí estoy, envíame.
Tú me muestras la Iglesia entera,
mucho más allá de lo que alcanzo a ver.
Señor, quiero ayudar a que tu Evangelio
siga sanando la dignidad herida
de tantas personas en el mundo.

Aquí estoy, envíame.
Tú puedes hacer de mí
un cristal que te transparente
ante quienes no te conocen,
ante quienes sufren la injusticia,
el dolor, la enfermedad, la pobreza,
el hambre de pan, el hambre de Vida. Amén